Cuando te toca sufrir una enfermedad crónica, que te trae dolor, diarrea, debilidad, fatiga, que no te deja comer, te quedas flaquito y hasta te cambia el humor, no te planteas que tener Crohn, en algunas situaciones es una ventaja.
Si llega una pandemia, y la población es confinada en casa, mientras los demás sufren como locos, por esa falta de libertad, nosotros estamos tan tranquilos, llevamos años entrenando (brotes), y estar en casa para nosotros es algo normal.
El entrenamiento, y la práctica adquirida durante las malas épocas, hace que nuestra cabeza esté perfectamente preparada para aguantar cuantas dudas se te plantean en una pandemia.
Estás acostumbrado a la ansiedad, al miedo, a la inseguridad sobre el futuro…, no quiero decir que no lo pasemos mál, pero si que, tenemos una experiencia a nuestras espaldas, que nos hace más fuertes en estas situaciones.
Tenemos una capacidad de adaptación más que probada, a lo que ahora se llama la “nueva normalidad” ( que horror de expresión). Pues desde nuestro diagnóstico nuestra normalidad se ha visto totalmente alterada.
O no es una nueva normalidad, tener que medicarte cada día, tener que colocarte cerca de una baño (por si..), aguantar el dolor, planificar tus salidas, planificar tus viajes , en resumen planificar tu vida social.
Vamos que en resumen tenemos un montón de eso que ahora llaman resiliencia, y es que nos adaptamos a todo, podríamos servir como apoyo al resto de la población, para ayudarles a entender hasta qué punto se puede ser fuerte y optimista ante la adversidad.
Y es que alguna ventaja teníamos que tener, y es nuestra capacidad ya entrenada por el dia a día, para afrontar una pandemia.
Nunca pensábamos que podríamos aprovechar dicha virtud, y sin embargo la pandemia llegó.